domingo, 9 de marzo de 2014

A TI - Leo Ferré / Leoncio Prada



La floresta que clava en el sol una lanza, 
las promesas perdidas ya sin esperanza, 
la paloma asustada que el halcón alcanza.

 Los diamantes esquivan la pálida roca, 
en la calle los ojos se comen tu boca, 
el asfalto que pisas, mi voz que tú tocas. 

Los amantes ardiendo abrazados a un lirio, 
esas curvas fatales que causan delirio 
y los fieros conversos que van al martirio. 

El vientre del ahorcado que tensa la soga, 
los vestidos de tul en patéticas bodas, 
suerte a los emigrantes que tienen tan poca. 

 El destino en las manos que lee la gitana, 
Baudelaire y Shakespeare en la senda profana,
 los caballos heridos en plena batalla. 

Un taller sumergido con mil costureras,
 una cama que tiene al sol de cabecera, 
el catón de la vida, una página entera.

 Los violines que lloran las ruinas futuras, 
esa venta de entrañas, la telebasura, 
una hoguera y el viento para las cerraduras.

 Una mano que salve a los niños famélicos, 
decisión para inflar el pulmón de los tísicos 
y libres para incordiar el ardor patriochico

El arroyo que canta sin tregua hasta el puerto, 
moribundo aquel perro y aquel padre enfermo, 
las mujeres que han muerto sin tener un sueño. 

 Los cabellos ya blancos que piden caricias, 
la voz de la conciencia después de la misa, 
la mirada del niño que canta a la brisa. 

La armonía del cosmos, la luz de los cielos,
 el lugar de la cita, un guiño bajo el velo, 
tu manía apostando siempre al color negro. 

 Las puertas de socorro, rampas celestiales, 
los tristes solitarios de las capitales, 
viudas que bajo el velo pierden sus cabales. 

 La utopía impotente bajo la metralla, 
la emoción de los pechos que lucen medallas,
 tantos desertores de su propia batalla. 

La pobreza guardada en cajita de cedro, 
aquel lobo herido que muere en silencio, 
el canto del gallo y el no de San Pedro. 

Corazones rotos entrando al quirófano, 
esos hombres de bien que rompieron el átomo, 
el dinero que es dios y que no tiene patria. 

Y además este tedio que nos agarrota, 
es tremendo, mi amor, somos la misma cosa 
esperando la mano del ángel con la última rosa.

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